Un invitado sorpresa

A veces, es bueno tomar un poco de distancia para recargar las pilas. No hace mucho descubrí un lago rodeado de pinos y verdes montañas. Un recóndito lugar perfecto para pescar. De repente, ¡por fin picaron! Llevaba horas esperando pacientemente… Pero al que no esperaba era al gigantesco oso que atrapó mi pez al vuelo. Estaba claro que no lo iba a soltar, así que, como un auténtico surfista en mi barca, salí pitando y acabé superando una presa de castores…

Alocada carrera por el bosque

¡Salí vivo! Con ayuda del oso –que ya era mi amigo– crucé el bosque, evité las trampas, superé todos los obstáculos… En una carretilla que me dejó un amigo por el camino, llegamos hasta una remota y tranquila casita. Una familia muy simpática me invitó a comer y confieso que guardo unos maravillosos recuerdos de aquel momento…

Sigue la carrera de persecución

El oso y yo seguimos nuestro camino tranquilamente pero sin perder ninguna oportunidad. Aproveché para pedir prestado a mis nuevos amigos otro medio de locomoción, mucho más rápido. Nuestro periplo por el bosque se convirtió de pronto en una especie de sesión de esquí náutico cuando llegamos a una cascada y terminó con un refrescante chapuzón.