Panamá, al acecho del contrabando

El nombre de Panamá lleva años sumergido en una vorágine. Por un lado, encuestas que sitúan al istmo como el mejor sitio para jubilarse y por el otro, listas negras, grises, índices de contrabando, corrupción y transparencia que tumban al suelo cualquier aspiración de llegar a los niveles de una nación desarrollada.

Para muestra hay varios botones. Hechos públicos que evidencian que algo no anda bien y que las autoridades prefieren hacer caso omiso a estos llamados de atención antes que tomar cartas en el asunto, que es lo que haría cualquier Gobierno de un país serio y responsable.

Empezando con el revuelo que generó el exgobernador de Florida, Jeb Bush y Mark Wallace, ambos de la United Against Nuclear Iran (UANI), quienes acusaron al istmo de colaborar con Irán por abanderar buques iraníes destinados para el contrabando de petróleo y permitir el paso de estos por el Canal de Panamá. Incluso pidieron a la Unión Europea que impusiera restricciones de acceso a los puertos de Europa para los buques con bandera panameña.

Y si las acusaciones de UANI no fueron suficientes, el periodista británico Mat Youkee, del diario The Guardian, también puso el dedo en la llaga, cuando, en un reportaje, desnudó la realidad de la zona libre ante el incremento de la influencia de pandillas y bandas delincuenciales en la Zona Libre de Colón.

En su escrito el también analista explica cómo la provincia de Colón pasó de ser la tacita de oro de Panamá, al albergar la segunda zona libre más grande del mundo, a ser presa de las drogas, las pandillas y la violencia. Como muestra, el periodista hace referencia al reciente arresto de un panameño, conocido como uno de “los señores de la droga” en Dubai y responsable del tráfico de sustancias ilícitas a Europa desde contenedores provenientes de la Zona Libre de Colón.

De hecho, fue la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la que mencionó en un informe a la Zona Libre de Colón por su largo historial como centro de comercio ilícito y blanqueo de dinero. Mientras que en el informe 2022 de la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos de los Estados Unidos, se hace mención sobre la débil aplicación de las leyes aduaneras y la poca supervisión de las transacciones que se realizan en la zona franca panameña.

Y, aunque también se han desarticulado redes criminales de contrabando en contenedores en otros puertos del país, la Zona Libre ocupa la primera posición en cuanto a incautaciones no solo de droga, oro, sino también de cigarrillos, porque en cuanto a contrabando de cigarrillos, Panamá se lleva el deshonroso primer lugar de todos los países de la región.

Y más allá de esto, pese a que el país se jacta de tener una de las políticas antitabaco más restrictivas del mundo, la estrategia de combate al contrabando de estos productos ha sido tan deficiente que en solo seis años aumentamos de un 60 % de consumo de cigarrillos de contrabando a 92 %, cifras que evidencian que el negocio del crimen organizado está bien cimentado en el país.

Todo esto sucede ante la mirada de las autoridades, que, por más esfuerzos que hagan para contrarrestar el aumento del contrabando, las estadísticas demuestran que no han sido suficientes y que se necesitan mejores políticas de prevención más que de restricción. Volver la mirada hacia dónde está la falla en el sistema. La fórmula de leyes restrictivas, en vez de minimizar o erradicar el contrabando, impulsa el mercado negro, fortalece la estructura ilegal y evidencia la necesidad de reformas en materia legislativa.

Paradójicamente, la COP 10 (Conferencia de las partes), que es parte del Convenio Marco Sobre Control de Tabaco de la Organización Mundial de Salud, que reúne a todos los países miembros, se desarrollará en Panamá, en noviembre de 2023. La reunión mundial sobre control de tabaco se celebrará en el país con el mayor descontrol de cigarrillos contrabandeados del continente americano. ¿Cuál es el mensaje para los participantes de esta conferencia? ¿Qué ejemplo le estamos dando al mundo?

Estamos a tiempo para dar un giro radical en el timón y cambiar algunas políticas absurdas en estos últimos meses que le quedan a la administración actual, claro, si los gobernantes actuales tienen la visión de una nación más fuerte. De lo contrario, toca esperar a 2024 con la esperanza de que los panameños tengamos la opción de elegir a líderes con visión global que impulsen leyes en beneficio de todos los panameños.