Día de la Alfabetización

Una profesora en silla de ruedas y con respirador logra que sus alumnos se olviden de su discapacidad

- La vallisoletana Ana Fernández tiene una distrofia muscular congénita

- Este viernes 8 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Alfabetización

MADRID
SERVIMEDIA

Ana Fernández es una profesora de educación especial que tiene distrofia muscular congénita. Necesita de un respirador para sobrevivir, casi tanto como del contacto con sus alumnos con los que ha trabajado hasta el año pasado. Ahora se dedica a formar a otros colegas en materia de inclusión y diversidad en un un gabinete psicopedagógico y trabaja 'Camino Derecho a la Inclusión' desde su página web.

“He estado 11 años impartiendo clases y siempre ha sido muy importante crear un vínculo emocional con los alumnos porque entiendo la educación más allá de transmitir sólo conocimientos”, asegura Ana Fernández en una entrevista a Servimedia con motivo del Día Internacional de la Alfabetización que este año pone el foco en la importante labor los educadores y docentes.

Esta profesora de pedagogía inclusiva de 35 años insiste en la importancia de “crear un espacio seguro, de verdadero amor”. “Yo he sentido auténtico amor por todos mis alumnos”.

La vallisoletana es una mujer tenaz y pese a que, debido a su discapacidad, siempre le aconsejaron trabajar con grupos de chavales más mayores y autosuficientes ella se empeñó en impartir clases a los más pequeños. “Al principio cuando me veían se extrañaban. Sé que mi discapacidad despierta curiosidad, pero a partir de esa primera sorpresa lo aceptan con total normalidad”, explica. “Precisamente mis limitaciones les enseñan a ser más autónomos. Por ejemplo, en mi clase ellos tenían que encender las luces o se encargaban de coger el material”.

NORMALIZAR LA DISCAPACIDAD

“Cuando me preguntan por el respirador, que es lo más llamativo, yo se lo explico de la siguiente manera: ‘¿Qué hace una persona cuando no puede ver bien? ¿Usa gafas no?’ A mí lo que me cuesta es respirar y si no puedo pues utilizo este aparato”, relata la profesora.

“Algunos de mis alumnos, después de pasar un tiempo conmigo —unos días o unos meses—, me han llegado a decir que ya no ven el respirador ni la mascarilla. Eso es lo más bonito, que los ojos te miran y ven la parte más profunda de todo tu ser, ven más allá de todos estos chismes, de todo este disfraz”, confiesa con orgullo.

Ana presume de no necesitar de una persona de apoyo para desempeñar su trabajo como profesora. “Mi madre me ha estado acompañando antes de empezar las clases. Dejaba el material que iba a necesitar ‘a mano’ y luego se iba”, recuerda. “Y siempre he contado con la ayuda de los alumnos y del profesorado”.

Ni su silla de ruedas, que utiliza desde los siete años, ni su aparato para respirar, desde los 20, han supuesto una barrera que la distancie de sus pequeños. Más bien todo lo contrario. “Tener discapacidad me ayuda a conectar con alumnos que también presentan una discapacidad y empatizo mejor con las familias porque yo me he visto en esas mismas situaciones o en otras muy parecidas”.

FORMAR A LOS QUE FORMAN

Tras más de una década enseñando a escolares y alumnos de instituto, Ana se ha visto obligada a abandonar las aulas. “Desgraciadamente he tenido que dejar de dar clases porque mi enfermedad ahora mismo me limita bastante. Pero lo he disfrutado mucho pese a que no ha resultado fácil convencer a mis superiores de que estaba cualificada para ese trabajo”.

Desde el año 2020 colabora con el gabinete pedagógico de Aula Desigual, donde Ana realiza cursos y talleres de dirigidos a docentes sobre metodologías inclusivas.

Ante “la escasa preparación de los profesores en educación a lo largo de la carrera”, explica Ana, “aquí trabajamos el método DUA (Diseño Universal para el Aprendizaje) consistente en que el docente no parte de la premisa de que no hay diversidad en la clase, sino al revés, da por sentada la diversidad”.

Lo que se persigue es que el maestro haga un diseño muy abierto y flexible para que todos puedan beneficiarse y participar en él. “Un profesor de educación especial aparte de vocación, debe tener sensibilidad y el convencimiento de que la plena inclusión es posible”, afirma con contundencia.

Ella es el mejor ejemplo de una docente que cree en lo que predica y enseña. La mejor de las lecciones. No sólo desempeña su labor formativa desde Aula Desigual, sino que Ana Fernandez circula por las redes sociales con igual soltura que lo hace con su silla de ruedas. “Tengo mi propio proyecto personal, que es mi página web ‘Camino Derecho a la Inclusión’, donde publico recursos, propuestas, ideas sobre la inclusión en general”.

Desde su rincón en internet lanza originales retos como ‘Detective de barreras’. “Propongo a los centros escolares, al alumnado, pero también al profesorado a que entrene la mirada para detectar allí donde haya una barrera u obstáculo a la accesibilidad”, cuenta Ana.

“Con esta iniciativa espero que la gente se anime a subir fotos de todo tipo: puede ser la falta de una rampa de acceso a un local o un vídeo que no tiene subtítulos”. Además, ha creado un sello inclusivo que ella adjudica o no a un evento o espectáculo en función de su accesibilidad.

Porque, como asegura esta activista por la inclusión, “la diversidad es la norma, no la excepción”. “Debemos saber atender a la diversidad que hay en las escuelas. Aunque no hubiera un niño con necesidades educativas especiales habría otro con necesidades concretas, por eso es muy necesario que todos los docentes estén formados para poder atender y responder a la diversidad del alumnado porque es su derecho”.

Ana Fernandez, con su determinación y su entrega, no sólo contribuye a acortar el camino hacia la plena inclusión, sino que lo hace más ameno a través de sus propuestas, sus ocurrencias y, sobre todo, su experiencia como docente siempre cercana y afectuosa.

(SERVIMEDIA)
08 Sep 2023
AOA/pai